martes, 21 de agosto de 2007

"El legado de la anatomía"

Relato breve que escribí estando en mi tierra natal durante el mes de julio.



La corruptubilidad del cuerpo marcaba el inicio, y más tarde la vida. Eso lo supe apenas me dí cuenta de que podía hablar. A diferencia de mis hermanos, quienes algunos me habían acompañado en el mismo momento del nacimiento, y de mis otros hermanos, que pertenecían a otra región y a quienes probablemente jamás pueda conocer dada la incalculable cifra que sumábamos, el despuntar de la vida para mí vino acompañado de la habilidad extraordinaria de la lengua, la herencia de aquél cadáver que fue mi progenitor.Algunos de mis hermanos habían adquirido el talento de la resistencia, de la fuerza, producto de las manos laboriosas que en vida habían servido para el sustento y el arduo trabajo de ese hombre que accidentalmente nos brindó la vida. Otros, con el transcurso de los días habían ensanchado su cuerpo a base de una irrefrenable alimentación que no parecía conocer límites, conducta propia de que antaño había servido a un estómago humano sumamente codicioso. Yo sin embargo, me he considerado un gran privilegiado, al parírseme como el residuo vago de un nimio trozo de cerebro, habitáculo elegido para alojar a una mente deslumbrante como aquélla que había pertenecido a nuestro desventurado gestor, quien ahora sólo descansaba con sus restos óseos a orillas del mar donde encontró su muerte.Y aquí estoy yo, aguardando inquieto la maduración de mis alas vírgenes. Todavía perplejo, recordando el traumático contemplar por primera vez de mi anillada y cilíndrica figura reflejada en uno de los ojos de ese cadáver abandonado, a modo de sádico espejo, enseñándome la cruda realidad de mi hórrido cuerpo contráctil e invertebrado, cuyo diabólico destino permitió que se fusionara trágicamente con la maldición de la palabra y el pensamiento humano.

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