Ayer me peleé con Shuno. Le grité de todo, como pasa siempre cuando me saco. Lo raro de todo es que después de matarnos a golpes terminamos siempre cogiendo. Me es irresistible. Mi excitación emerge con mayor facilidad en medio de los conflictos, de los choques, de los golpes. Quizás sea por haberme acostumbrado tanto a las luchas con mi madre, criada en un ambiente belicoso como sólo ella podía provocarlo.
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